Distintos eventos en los últimos dos años hacen que parte de mis inquietudes aterricen en lo que se ha dado en denominar filosofía de la teología. Y al adentrarme en este territorio nuevo para mí, me he topado con algunos datos que me han llamado la atención.
El primero de ellos es la reciente constitución de esta filosofía como campo. Es decir, las relaciones entre la teología y la filosofía son de vieja data. Pero la emergencia de una disciplina que se configura desde la filosofía y que toma explícitamente la teología como su materia de análisis (a la manera de lo que sería una filosofía regional o una filosofía de genitivo) es relativamente reciente. Hasta donde alcanzo a documentar, su emergencia como categoría conceptual parece darse a finales de los años setenta del siglo pasado y está claramente atestiguada desde comienzos de los ochenta.
El segundo aspecto que quisiera comentar tiene que ver con los acercamientos que parecen estar presente en dicho campo. Alcanzo a ubicar dos grandes tendencias. La primera, presente desde las primeras exploraciones, entiende la filosofía de la teología como parte de la filosofía de la ciencia. Así planteado, acá se entiende, o se intenta mostrar, la teología como una ciencia, lo cual me parece al menos problemático y luce motivado por una herencia confesional y por una práctica escolástica. La otra tendencia, que en el campo aparece visibilizada en reacción a la primera, retoma el acercamiento desde la filosofía de la religión, la cual ha tenido un amplio desarrollo con significativa anterioridad al campo recientemente constituido como filosofía de la teología.
Personalmente me he inclinado hacia esta segunda tendencia. La razón principal, no única, es la necesidad de mantener una perspectiva crítica que permita un acercamiento hacia la especificidad de lo que ahora abordo como saber religioso pero también hacia las distorsiones que se hacen presentes en el mismo.
Y el último aspecto que quisiera resaltar es la pertinencia que veo en este campo. Ubicados todavía a comienzos del Siglo XXI, en ese cruce de paradigmas en el que nos hallamos, hay cabida para un acercamiento que retoma aspectos de lo existencial/religioso como parte de los componentes constituyentes del acto humano de vivir. Sólo que ese cruce de paradigmas no puede recorrerse sin una teoría crítica. De allí el potencial de una filosofía de la teología para las tradiciones religiosas que deconstruyen su saberes bajo la identificación de teologías, y con miras a resignificarlos en respuesta al estado de cosas que configura nuestro presente.
El primero de ellos es la reciente constitución de esta filosofía como campo. Es decir, las relaciones entre la teología y la filosofía son de vieja data. Pero la emergencia de una disciplina que se configura desde la filosofía y que toma explícitamente la teología como su materia de análisis (a la manera de lo que sería una filosofía regional o una filosofía de genitivo) es relativamente reciente. Hasta donde alcanzo a documentar, su emergencia como categoría conceptual parece darse a finales de los años setenta del siglo pasado y está claramente atestiguada desde comienzos de los ochenta.
El segundo aspecto que quisiera comentar tiene que ver con los acercamientos que parecen estar presente en dicho campo. Alcanzo a ubicar dos grandes tendencias. La primera, presente desde las primeras exploraciones, entiende la filosofía de la teología como parte de la filosofía de la ciencia. Así planteado, acá se entiende, o se intenta mostrar, la teología como una ciencia, lo cual me parece al menos problemático y luce motivado por una herencia confesional y por una práctica escolástica. La otra tendencia, que en el campo aparece visibilizada en reacción a la primera, retoma el acercamiento desde la filosofía de la religión, la cual ha tenido un amplio desarrollo con significativa anterioridad al campo recientemente constituido como filosofía de la teología.
Personalmente me he inclinado hacia esta segunda tendencia. La razón principal, no única, es la necesidad de mantener una perspectiva crítica que permita un acercamiento hacia la especificidad de lo que ahora abordo como saber religioso pero también hacia las distorsiones que se hacen presentes en el mismo.
Y el último aspecto que quisiera resaltar es la pertinencia que veo en este campo. Ubicados todavía a comienzos del Siglo XXI, en ese cruce de paradigmas en el que nos hallamos, hay cabida para un acercamiento que retoma aspectos de lo existencial/religioso como parte de los componentes constituyentes del acto humano de vivir. Sólo que ese cruce de paradigmas no puede recorrerse sin una teoría crítica. De allí el potencial de una filosofía de la teología para las tradiciones religiosas que deconstruyen su saberes bajo la identificación de teologías, y con miras a resignificarlos en respuesta al estado de cosas que configura nuestro presente.